domingo, 12 de diciembre de 2010

LA TELEVISIÓN TE AMA


Fase I
Trato de recordar cuándo vi por primera vez la televisión y me viene a la cabeza la imagen difusa de aquel televisor Sony, con botones de metal grueso y el color de la caja semejante a la madera. No tengo en mi memoria cuándo llegó esto a la cocina de mi abuela pero apenas tomé conciencia del aparato ya era demasiado tarde para mi, se había iniciado el plan para programar mi mente.

Primero vivíamos en Caracas en Los Ruices, en un apartamento que logró comprar mi mamá con mucho esfuerzo y visitábamos los fines de semana a mi abuela apureña -mi otra madre-, que vivía en Los Chorros en una casa que lograron comprar (ella y su hermana virgen) en una zona que para aquel entonces no era de "ricos". Mi hermano y yo, nacimos en Caracas y parte de nuestra crianza fue en Maracay (la ciudad jardín). En plena adolescencia aragüeña, como nuestra rutina era estudiar, nos despertábamos casi todos los días como a las 5, con el sonido de la radio. Mi mamá prefería "Radio Apolo, la de informarse" y escuchábamos todas las mañanas, dos cosas que jamás se me olvidarán: una cuña de la perfumería Mimosa la de la buena suerte en Maracay y el "jingle" de antesala a los resultados de la lotería que decía, "señoreeeessss va a empezar la loteríaaaaaa". No es casual que mi madre y yo seamos ludópatas; mi hermano por suerte se salvó, creo.


En Maracay, Cúspides (así le digo a mi flaco hermano), se dedicaba por horas a escuchar la radio, por lo tanto, la televisión pasaba a un segundo plano para ambos, tal vez porque ninguno de los dos teníamos televisor en el cuarto. Eran días muy duros para la familia sin padre y para mi fue muy difícil lidiar con la mudanza a esa ciudad porque me alejó de los pocos arraigos que comenzaban a florecer en mi interior. Además, mi madre no tenía empleo fijo aunque nunca nos faltó un plato de comida.


Recuerdo una de las primeras anécdotas que me hizo reflexionar en torno al estatus quo (para ese entonces no tenía ni la menor idea del significado de esta frase latina):

Había pasado a quinto grado cuando llegamos a Maracay. Yo venía de una escuela pública de la Parroquia Leoncio Martínez, en la que las niñas usaban bluejean y no falda como parte del uniforme. Mi primer día de clases en el Instituto Los Próceres (familia Capriles), fue muy extraño. Mi maestra decía "empréstame" y según lo que me habían enseñado, no se decía así; yo no sabía si debía corregirla en frente de mis compañeros, al final lo hice y me salió el tiro por la culata porque comenzó lo que me temía: terror sicológico en mi contra porque había osado corregir a la maestra. Por otra parte, las "amiguitas" que estaba conociendo se burlaban de mi porque usaba pantalón y no falda. Ese día llegué a mi casa desmoralizada, entré al cuarto de mi mamá -estaba encendido el televisor- y sin más, comencé a llorar desconsoladamente. Mi madre (Bikins) muy preocupada me preguntó: "Mami, ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás llorando?" y cada lágrima que salía de mis ojos le decía a mi progenitora que ya no había vuelta atrás. Le pedí a Bikins que me comprara una falda porque mis "compañeras" se burlaban de mi por usar pantalón (me decían que parecía un varón). Mi madre -casi- no tenía dinero para comprar la comida y yo le estaba pidiendo una falda. Parte de la tarde la pasé llorando en compañía del televisor y de mi madre que no sabía qué hacer. Me quedé dormida y cuando me desperté, con los ojos hinchados y la nariz roja como Rudolf, estaba Bikins, con una tela azúl entre las manos (el televisor seguía encendido) y cuando pude ver bien, me di cuenta que lo que cargaba mi abnegada en las manos era la tan ansiada falda. En ese preciso instante -como sabía que mi madre no tenía dinero porque estaba desempleada- ya no quería la falda, más bien quería retroceder el tiempo para que mi mamá no la hubiese comprado. Nunca supe qué hizo para comprar la bendita prenda. Fue una mezcla entre sentimiento de culpa y alegría porque sabía que cuando llegara al colegio, ya nadie se iba a burlar de mi (tal vez necesitaba esa seguridad porque tenía que lidiar con mi maestra terrorista).

Es verdad que se adolece pero también hay que preguntarse cuál es la causa de la dolencia; yo no la sabía y por eso cada desplante de la sociedad me dolía profundamente y, aunque ahora la sé , todavía me duele.

Continuará...

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Flaca bellìsima, leì tu blog, espero poder seguirlo de cerca, saludos!